jueves, 1 de octubre de 2015

¿Qué es el ser humano? según Gustavo Torroella

Niña de mi pueblo

¿Qué es el ser humano?        
La pregunta qué es el ser humano es un camuflaje para disimular la verdadera interrogante que late en sus entrañas:¿quién soy yo? con su consecuente cortejo: ¿de dónde vengo? y ¿a dónde voy? Las modernas filosofías de la vida y existencialistas han descubierto y analizado que el ser humano —o yo—, se fundamenta en una realidad primaria más profunda que lo trasciende y envuelve: la vida humana.

La realidad fundamental, radical, que es la vida humana, de la que el ser humano o yo es una parte, debería ser el punto de partida de la Antropología, la Psicología y la Pedagogía.

¿Qué es la vida humana? Al integrar y sintetizar las ideas de los pensadores humanistas y existencialistas, se puede llegar al consenso de considerarla como un ser o yo que se encuentra en el mundo, y que nuestra vida consiste en tratar a las cosas y a las personas que se encuentran en él. Estriba, en definitiva, en un yo haciendo algo con las cosas del mundo, interactuando con los objetos del mundo. Por lo tanto, la vida humana constituye una estructura tripartita de un yo, que es el que hace o actúa, los objetos del mundo con los que este yo interactúa, y las actividades, a través de las cuales se produce la interacción.

Ese yo interactuando con las cosas del mundo, en lo que consiste la vida humana, no es algo pasivo, fijo, o estático, sino un ser activo que deviene, que se transforma constantemente, que construye proyectos a corto, mediano y largo plazo, que se realiza día a día a través de las acciones que como sujeto efectúa o que recibe del exterior en esa interacción dialéctica que tiene con el mundo, en la que es, a la vez, objeto formado por ese mundo, y sujeto activo y creador de este.
Asumamos ahora el punto de vista de una parte de ese sistema tripartita que es la vida humana, la parte que corresponde al yo, el punto de vista del ser humano. La pregunta de qué o quién es el ser humano, o quien soy yo, es la primera cuestión que tratan los mitos, las religiones, y la primera pregunta que se plantea la Filosofía y se formulan, o deben formularse, la Antropología, la Psicología y la Pedagogía. Surge de profundas necesidades existenciales y de la conciencia crítica del hombre; y cuyas respuestas resultan indispensables para que el ser humano pueda comprenderse, dirigirse y orientarse en su vida.

Esta pregunta fundamental ha recibido varios tipos de respuestas a través del tiempo por parte de religiosos, pensadores, filósofos, científicos y escritores. Podemos resumir una breve exposición de estas opiniones en la forma siguiente:
Se ha sostenido que el hombre es de origen divino, una obra de Dios, un ser espiritual, un ser pensante, un animal racional, un ser fabricante de instrumentos, un ser que juega, un hacedor de símbolos, un animal evolucionado, un ser capaz de decir no, un ser capaz de esperar, de tener esperanza. El concepto actual más amplio y profundo del hombre es el que considera que su característica más importante y esencial es la creatividad: el hombre es un ser creador, capaz de transformar al mundo y a sí mismo, aportando nuevos valores y obras. El concepto actual más reconocido y difundido del hombre, como ser creador, implica, e incluye, que es un animal evolucionado, racional, espiritual y simbólico (creador de símbolos). La característica de la espiritualidad del hombre es su capacidad de crear obras culturales. La actividad creadora implica la acción transformadora, original, libre, novedosa y creadora de nuevos valores.

Es una opinión predominante entre los pensadores y psicólogos humanistas sostener que el ser humano tiene tres niveles o estratos que se han desarrollado sucesiva e históricamente, a través del tiempo.

El primer nivel o base lo constituye el ser biológico, portador de la programación genética que ordena su funcionamiento y desarrollo. El segundo nivel, o estrato, es el del ser social, que resulta de la programación social aprendida por la socialización y consiste en la cultura de su mundo de la que se apropia el sujeto, con su lenguaje, valores, normas, usos, costumbres y roles, que constituyen la conducta social aprendida. Por último, el de más reciente surgimiento es el tercer nivel: el ser individual, creativo, espiritual. Aclaremos el significado de este último término que constituye una característica esencial del ser humano, el ser espiritual. Se refiere al nivel superior de la personalidad donde radica el centro referencial y coordinador de todas las actividades que es el yo y las formaciones centrales de la personalidad que son la concepción del mundo, el concepto de sí mismo, la autonomía o capacidad de pensar y actuar por sí propio, la capacidad de crear, de proyectar y de hacer proyectos de vida. Este tercer nivel es el factor esencial más importante del ser humano y que lo diferencia del resto de los animales.

Ese tercer nivel o estrato que es el ser espiritual, es el nivel superior emergente del ser humano que surge o brota de dos raíces que lo nutren y fecundan: 1) El ser biológico o vitalidad primaria no es aprendido sino que viene dado por la herencia; sin embargo, investigaciones realizadas han demostrado que aunque es una dotación con que se nace, puede mejorarse o empeorarse de acuerdo al ambiente y al estilo de vida del sujeto. 2) La otra raíz es el ser social que es aprendido a través del proceso de socialización, como vimos, y de la interacción con el ecosistema sociocultural.

Con los elementos aportados por estas dos raíces o niveles, el biológico o genético, heredado y que proporciona la energía vital y el sociocultural aprendido mediante la convivencia y la interacción con el mundo, surge como florecimiento y fructificación de esas raíces y culminación del desarrollo del ser humano, el tercer nivel, espiritual, cuya tarea es procesar, elaborar, trabajar, organizar, recrear, tomar decisiones e intervenir en la realidad para transformarla, a partir de la información recibida por los genes y por las gentes (lo sociocultural) y por la información generada por su propia creatividad que elabora sus proyectos de vida y obras que pueden beneficiar o enriquecer o perjudicar y empobrecer la realidad circundante.

Ahora bien, el funcionamiento óptimo del ser humano requiere que seamos capaces de lograr la armonía, la concordancia, el equilibrio entre el ser animal, el ser social y el ser espiritual que conviven en cada uno de nosotros, constituyendo una unidad y también con los diferentes seres humanos que nos rodean. Todos los problemas y conflictos humanos fundamentales surgen de las discordancias, contradicciones y pugnas entre estos tres niveles y entre los seres humanos consecuentemente. Una medida adecuada, justa, de contradicción entre estos tres niveles o entre el individuo y la sociedad, estimula y promueve el desarrollo. Lo inadecuado y nocivo es cuando la dimensión del conflicto contradicción excede la medida de lo justo y puede determinar un antagonismo o ruptura donde debe haber armonía y equilibrio.

Desgraciadamente la educación tradicional que durante siglos ha empleado aproximadamente 20,000 horas entre la enseñanza primaria y la secundaria no nos ha ayudado ni enseñado a vivir, en armonía y concordancia interna con nosotros mismos, con los demás y con el cosmos, para que se propicie el desarrollo de nuestras potencialidades. Por eso Martí escribió: “En la escuela permanece cerrado el libro que siempre debería estar abierto: el libro de la vida”. Hay que abrir el libro de la vida para aprender a vivir, para aprender a hacer proyectos y programas de vida que potencien e integren el ser animal, el ser social y el ser espiritual que hay en cada uno de nosotros (y que a todos hay que salvarlos) para que se desarrollen todas las potencialidades humanas bajo la regencia del núcleo rector, espiritual que respete y haga justicia a cada parte o nivel del ser humano a fin de lograr la unidad dialéctica a través de la lucha de contrarios, como dijo Heráclito en bellas palabras: “Armonía en la contrariedad como en el caso del arco y la lira”.

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Edición: Cristina Martínez .
Edición web: Vicente Costales

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