Alguien tocó a mi puerta para entregarme un regalo enviado por Picasso. Con mucha emoción lo recibí y al abrirlo salió una muñeca animada, grande, su cabeza redonda con un hermoso cabello, la piel marrón y unos ojos expresivos. Estaba triste porque alguien había escurrido esmalte transparente sobre su frente, al revisarla vi unas líneas secas de barniz; esto me infundió tanta ternura que la abracé y le hice comprender que no se trataba de algo grave, que yo podía resolverlo fácilmente.
La limpié muy bien y así aprendió a confiar en mí, comprendió que lo más importante era que ahora éramos dos. Sé entusiasmó y me hizo la vida alegre, había venido a compartir su musa. “Gracias Picasso por ese regalo de inspiración”
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