Durante más de treinta y cinco años, su obra quiso ser la cuña de una sociedad adormecida; un despertador de conciencias ácido y desprejuiciado que martillaba sin piedad con obras incómodas y técnicamente irreprochable. Su obra crítica, despiadada y sin concesiones estaba hecha con la materia de la vida misma, objetos cotidianos y perecederos.
"A la gente no le gusta que le muestren sus fantasmas", le dijo al crítico Raúl Vera Ocampo Pero Heredia se empecinó en mostrarlos.
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